viernes, 3 de diciembre de 2010

Fer (6 dic./ anochecer )

Los escucho en sus miradas, murmuran. No importa, cierro los ojos y cuelgo mi cinismo en su cuello. Su rubia barba raspa mi frente, el mentón se acomoda sobre mi cabeza. Respirando su pecho, olor neutro de su playera favorita, lo abrazo, me conforta su pecho contra el mío, mis manos caen por sus vastos hombros, se amoldan al pecho, un surco justo al final de la espalda a causa de sus abultados glúteos.

Los autos pasan y sus luces nos descubren, mientras la oscuridad nos disfraza con un gesto andrógino. Prensados por la cintura, un par de dedos husmean por debajo de mi camisa, tu aliento sabe a café de calcetín, de ese rellenable del Sanborns. Le tomo por la nuca y llevo sus labios a mi boca.

Decidido, sus manos suben por mi espalda, están frías y me retuerzo. Mi mano alcanza su bolsillo y la sumerjo en él, descubro dos monedas de 10 pesos, un celular, y al fondo siento su pene erecto, acomodado hacia un lado. Sorprendido y casi con pena, retiro la mano enseguida. 

Sus orejas se tornan escarlatas por mi descubrimiento. Reímos de nervios,  le aprieto hacia mí. Ana (mi prima, quien nos acompañó al café) aguarda a un metro de distancia, incómoda disimula nuestro encuentro, entretiene el morbo en la pantalla de su celular.

Las personas caminan, deambulan rumbo a sus casas, nos esquivan. Murmuran, puedo escucharlo en sus pasos. No tiene importancia. Inundados de emociones, nos disipamos  en medio de Coyoacán, en ese parque que no es muy distinto a cualquier otro parque, 6·12·04.



miércoles, 3 de noviembre de 2010

Medianoche (31 nov.) part. 2

Te recosté sobre la cama, buscando mis calzones, no los encontré, me puse los tuyos.

-¡Ya te dije que no cierres la puerta con seguro! Papá seguía insistiendo en la puerta.

-¡Ya voy, ya voy!

Me acerqué a la puerta, antes de abrir voltee a la cama y aún seguía ahí, el cuerpo ya sin vida. No puede verlo mi papá, pensé. Corrí  a cubrirlo con las sábanas pero su silueta se transparentaba, eran unas sábanas viejas. Lo tomé por un brazo, estaba ya muy frío.

-¡Si no abres, voy a ir por las llaves!

-Espérame, me estoy vistiendo.

Con toda mi fuerza le avente debajo de la cama, pero no cabía sus pies se salían, traté de acomodarlos, pero estos terminaban asomándose. No había nada con que cubrirlos.

-¡Cabrón!¡Tienes 3 para abrirme!

Necesitaba arrancarlos , pensé. Pero no podía hacerlo como la otra vez ,cuando con el serrucho de papá intenté cercenar el cuerpo de aquella chica, y ocultarla en el closet. Estuve apunto de ser descubierto.

Los golpes cesaron, escuché pasos. Una llave fue introducida por la perilla de la puerta.  La llave dio 3 vueltas .No quería voltear, pero mi instinto me obligó. El seguro se  botó y la puerta se abrió.

It's a new day
It's a new life
For me…
And I'm feeling good…

Todo estaba oscuro, la misma música de fondo. Las luces fluorescentes del despertador marcaban 6 am., la canción programada que suena todos los días 15 minutos antes. Me levante enseguida o llegaría tarde otra vez.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Medianoche (31 nov.)

No recuerdo el día, pero se sentía como una tarde de domingo, apacible y tranquila.  A puerta cerrada estábamos tu y yo, en mi cuarto. Recostado en la cama dormías, el sol intenso de medio día, nos creaba  un ambiente calido con temperatura casi de costa.

Frente donde yacías, mire tus blancos pies, los muslos  labrados  que seguían la redondez de tus glúteos, no eran voluptuosos sólo respondían bien a tu forma natural, exquisito cuerpo de buen temple.

Desnudo, te miré en  totalidad, perversidad de mi, malos pensamientos vinieron a mi mente. Salté a la cama enseguida, me escurrí para quedar a tu lado, no quería despertarte. Me ajuste a tu posición, monté la pierna sobre tu pelvis, mis pies se deslizaron por tus piernas hasta tocar los tuyos, que estaban un poco fríos.

Buscando formas con los pliegues de tu cuerpo y el mío , no dejaba  de moverme y frotar mi cuerpo . Tacto tenue entre mi sexo y tus muslos, las manos incontrolables pulsaban,  rozando tu pene, subieron por las caderas, estacionándose en los glúteos, eran un deleite. Los pectorales,  se alzaban por el valle del tórax. Seguí subiendo hasta tus labios, delgados. Tus ojos casi cerrados descansaban, siempre duermes así, asomando las pupilas por una diminuta rejilla que dejas entre abierta.

Birds flying high you know how I feel…

Empecé a cantar. De pie, junto a la ventana asomaba mis ojos por un hoyo en la cortina.

Sun in the sky you know how I feel…

Voltee y seguías en un profundo sueño, te tome de la mano y con un poco de trabajo te incorporé. Abracé tu cuerpo por la cintura y mi mano en tus glúteos, tu cabeza la recargaste en mi hombro. Empezamos a bailar, tus pies torpes, hacían tropezarme, mejor dimos giros, te balanceaba de un lado a otro.

It's a new day
It's a new life
For me…
And I'm feeling go…

Dos golpes fuertes en la puerta, detuvieron nuestra danza.

-¡Abre!

-… No respondí

-Iker abre la puerta…

-Ya voy…

domingo, 24 de octubre de 2010

Instantánea I




El baño huele mal, apatía defecada por doquier.
Las seis en punto, estoy harto del tiempo.
Me pongo la misma ropa de ayer,
los jeans sucios y la playera estirada por el uso.
Con un calcetín limpiaste las migas de nuestro sexo,
dejo el sucio y meto al bolsillo el otro.
Me visto tan despacio que desespero,
no te quedas, también te vas.
Pero prefiero irme solo.
¿Me esperas? Preguntas.
Digo que sí, pero me enferma esperar.
Estoy listo, tú lo estas casi al mismo tiempo.
Estoy harto.  Doy vuelta a la perilla.
Salimos. Caminamos, me adelanto.
¡Espérame! Exclamas.
Te miro, detengo el paso calculando el futuro.
Nos vamos quince minutos antes de anochecer.





martes, 19 de octubre de 2010

Alí (Nocturno de otoño)



Empiezas tocando por encima de la ropa interior, es evidente que mi cuerpo está atento a tus excursiones por mi piel. Me conoces y sabes qué rumbo tomar cuando te pierdes entre mi sexo. Como yo, prefieres la oscuridad; palpar, ir construyendo dimensiones y apariencias en la mente, qué placentero.

Nervioso me preguntas -¿quieres que te la chupe?

La ropa y mis inhibiciones fueron desconocidas por la piel. Estoy tan cómodo desnudo a tu lado. Me deseas, me quieres y ya conozco el final de este encuentro.


Hace más de dos años. La primera vez, después de un concierto de jazz. Fuimos a tu casa a cenar, lo poco que tenías me lo ofreciste, una quesadilla y un vaso de agua. Lo suficiente.
Debía irme, pero no deseaba hacerlo. Apenas si podía abrir los ojos, estaba muy cansado.


-¿Quieres dormir un poco? Preguntaste.


Subimos en la penumbra… Intuía que vendría algo emocionante.


-Tengo que decirte algo y no se cómo. Estabas nervioso.


Debajo de las sábanas nos resguardamos, me mirabas. Tu aliento olía a tabaco. Las sabanas eran anticuadas, parecían haber sido olvidadas en algún closet.  Tenía la sensación de que no sería la única vez que dormiría enredado en ellas. Después de unos minutos de divagar, pronunciaste algo.


-…creo que estoy enamorado de ti.


No respondí, quede impactado y enseguida te besé. Ahí inició todo. Era casi mediodía cuando volví a casa. 
Fue una semana triste, no dejaba de pensar; después de eso ya no había retorno. Me enamoraste de una manera tan sutil que, cuando halaste las velas, desplegaste todo eso tuyo en mí.

-¿Estás despierto?

-Sí. Respondí.

Tomamos un descanso antes de seguir, siempre es así, son los entremeses de un festín. Tiempo libre, para pensar, platicar o sólo dormir con las piernas liadas. Desnudos de muchas formas; ya nos sabemos, la cama siempre es territorio neutral… paramos un poco de nuevo, lo único que sorprende son los nuevos trucos que cada quien pudo aprender, con ayuda de alguien (sexo ocasional) o de material didáctico (porno).

-Te quiero, susurraste.

Fui el primero, lo sé y ahora no dejas de buscarme en todos. Por eso vuelves, por eso estoy aquí, pensé.





viernes, 15 de octubre de 2010

Ali (de noche)



Un acorde que se repite en mi cabeza. Secuencia de fotogramas de la misma película; me llamas, accedo y vienes.

Llegas en punto como siempre, abro la puerta de tu Ford plata y subo, me miras, te miro; el protocolo de bienvenida. Comentarios redundantes, risas, caricias sutiles. Quince minutos después, se hace el silencio. Es largo el camino hasta tu casa, me acomodo , recargo mi brazo en la puerta y mi cabeza sobre el brazo… me cuestiono si volvería a intentarlo.

Un vacío en mi estomago mientras cantas, tu lenguaje suave y dulce, música de notas agudas con silencios pausados que se prolongan hasta el desayuno. Tu mano se escapa del volante y toca mi muslo.

-Te quiero, dices.

Me quedo mudo, soy un pueblo desolado a tu lado. No tengo respuesta que pueda decirte con palabras, pero hay sensaciones que están y recuerdan que te siento.

Tu piel cálida, tus labios se despellejan del deseo, tus manos sucias y largas. Me encanta que me desees, con esos ojos aceituna, con tu música. Fuiste mi primera canción, mi primer paseo  en ese bosque de altos encinos. Esa laguna que inundó Zempoala.

Ya en tu casa, tus manos rondan mi espalda, buscan alguna ventana abierta por donde mirar siquiera. Me recuesto sobre el sillón. Miro en el techo las marquesinas italianas que resguardan los bordes, que hacen visibles los limites; más allá de esta casa, estas palabras perderían sentido.

-¿Me abrazas?, preguntas.

-Sí, ven.

Te acomodas entre mi brazo y mi pecho. Tu nariz ronda mis labios, tu frente frota la alfombra áspera del mentón. Subes y me besas.

-Vamos a mi cuarto.






martes, 28 de septiembre de 2010

Víctor; por última vez (sábado/mañana)



Bruscamente la luz golpeó mis pupilas, mis ojos inquietos buscaban objetos conocidos, desperté. Todo era extraño, era un país lejano en donde estaba internado. Sentí su brazo, que me rodeaba, su cuerpo robaba mi calor y trataba de derribar mis fronteras. Eras desconocido, no me reconocí.
Me levanté abruptamente, esa mañana fría, el cielo pintado de gris aguantando el llanto. Volteé y te vi, desnudo. Se termino la ficción, pensé.

-¿Te vas? Preguntaste.

-Sí, es tarde.

Para  mí era tarde, para él sólo eran las 7 de la mañana. No encontraba mis calzones por ninguna parte, me miraba desconcertado. Sin ropa que me escondiera, tenía miedo de mí mismo, huía de su mirada. Escarbaba entre las sábanas. Insistió en que aguardara al desayuno.

-Tengo que irme, es tarde.

Se levantó con dificultad, caminó hacia mí tambaleando, trastornado por sus adicciones chocaba con los muros púrpuras. Me pareció monstruosa esa imagen, pero yo era el monstruo por abandonarle así. Era la imagen que proyectaba mis temores.

-¿Me llamas más tarde?, preguntaste.

-Sí

Quería salir de ahí. Anudé las agujetas, abotoné la camisa mientras caminaba a la puerta. Me tomó por un brazo y me abrazó, sus labios acechaban los míos, llevó mi mano hasta su pene, que también despertaba. Sus manos se escurrieron dentro de mi pantalón y palpaban mis glúteos. Estéril a sus insinuaciones me quede inmóvil.

-No quiero. Dije

-Quédate

-No, es tarde.

-¿Tarde?, ¿para qué?

-…

-Te acompaño

-No, estás desnudo.

-Tengo que abrirte, no sabes como…

Diste vuelta a los 3 cerrojos, zafaste la cadena y abriste.

-Adiós. Dije

Corrí por las escaleras que descendían en zig zag, no miré atrás. En el descanso de cada piso, sólo se ahogaba el eco de mis pasos con el vacío. Tenía prisa, era tarde ya para arrepentirme, pero eso era lo único que sentía. Remordimiento.

-Ya no quiero, ya no quiero. Susurraba mientras bajaba.

Por fin, mi auto. La tristeza me quemaba el pecho, como hielo seco. Puse en marcha el motor. Esta vez, no miré por ultima vez y tampoco volví.







viernes, 24 de septiembre de 2010

Víctor (el mismo sábado/ 4:12 am)

Volví, todo estaba como lo dejamos.
Dos vasos de ron sobre el buró,
los muros púrpuras, las luces desteñidas.
No he podido mirarte, cerré los ojos
Salpicó la luna mi rostro de luz

El semen quedó flotando
en los vellos de tu abdomen.
El resorte de mi ropa interior
acentuaba la fugacidad de nosotros.
La noche quedó oscilando en mi tobillo.

Todo era frágil, era obsceno.
Te levantaste a buscar un condón,
hurgaste en tus cajones, en ti.
Desnudo, no me atreví a mirarte,
temía encontrarme contigo.

Preferí continuar con los ojos cerrados
Volviste a la cama.
Besaste mi cuello, no quería continuar.
No lograste llevarme, me tocabas inseguro

Cedí al sueño,
tu noche se deslizaba por las costuras,
de las sábanas de mi amanecer.
Mis glúteos quedaron frente a tu pelvis.

No quise continuar, me abrazaste.
Dormimos.



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Víctor (sábado / 4 am)



-Hola, habla Iker.

-Hola, ¿dónde estás?

-Ya estoy acá abajo

-¿Qué auto traes?

-Uno color gris

-OK, espérame ya voy bajando

-Ok.

Quedamos en vernos en media hora. Para ese momento ya eran las 4 a.m. Regresé, aun cuando sentía que no debía.

-Pensé que ya no ibas a regresar. Dijo

Asentí con los hombros, y le mire, me percate que ya no estaba vestido como lo deje, con ese look sexy de negro y chamarra de piel. Ahora traía crocks y unos pants azules. Que atroz.

-Pues ya ves que no, volví. Respondí

Entramos al estacionamiento del edificio donde vive.

-Hay un vecino borracho, no lo mires… Creo que término con su vieja.

-Vale

Subimos las escaleras y nos topamos con un hombre gordo como de 35 años, en pijama sentado en las escaleras, los ojos hinchados por tanto llorar, nos observó mientras lo esquivábamos para poder subir; olía a sudor y a alcohol, estaba descalzo. Una imagen tan patética. Me inundó  una sensación extraña, era como un mal augurio. Aún así caminé detrás de Víctor, el chico que había conocido esa noche en un bar.






domingo, 19 de septiembre de 2010

(Lunes 9 / 6:00 am) El último día part. 1



Faltaban 20 minutos antes de que se hiciera tarde, me puse unos jeans y una playera rosa. Un plato de avena instantánea, claro, a la altura de mis exigencias.

Mi gato, maullaba exigía atención y el desayuno. Todo se me venia a la mente, mi computadora, el celular sin batería, cepillarme los dientes, tenia que cambiarme los calcetines ¡Me caga cambiarme calcetines! Es tan aburrido, una perdida de tiempo.

Terminé. Lo hice todo en menos de 5 minutos. Salí huyendo, a toda prisa maneje hacia la rutina. De repente todos los semáforos en rojo, como si tratasen de detenerme y pensar, pero no era tiempo de divagar corría porque la mañana no me atrapara en el camino e hiciera evidente mi retraso.

-¡Mierda! No le deje comida a mi gato.

Tal vez pueda alimentarse de alguna coconita o una araña. Pensé.
Llegué en punto. A las 7. El día tomó su cadencia habitual, las mismas voces, el sueño que se oculta entre el café de 12 pesos del 7 Eleven, a las 9 comemos fruta; a las 10, tiempo muerto; a medio día me avisan que tenía la tarde libre: ¡A huevo!

Lo primero que se me vino a la mente fue llamarte y alcanzarte donde estuvieras, sabia que hoy era tu último día en la ciudad. Quería verte, pero mi mente se inclinaba por la comodidad, no llamarte y quedarme con la despedida de la madrugada, pero mis sentimientos son aventureros. Tome rumbo a mi casa. Marqué 55…

-Bueno…
-¿Estas ocupado? Pregunté.
-Un poco, ¿qué pasa amigo?
-¿Qué hago? ¿Voy o no voy?
-¿Qué?
-¡Si! ¿Voy o no voy? ¡Responde!
-… (Risas)
-¿Te conté del güey que conocí este fin de semana?
-Sí
-Pues hoy se va, ayer me despedí y hoy dieron la tarde libre.
-…
-¿Qué hago?
-Ve… ya tendrás mucho tiempo para llorar.
-Ok. Pero ¿no me veré muy rogón?
-¡Hay como si no estuvieras acostumbrado! (risas)
-...(risas) Estúpido...
-Llámale…
-¡Ash! Ok
-Adiós
-Ciao

Semáforo en rojo de nuevo. Pienso en la llamada, ¿ir o no ir?
Vibra mi celular, un mensaje ¡es él! lo leo…

Gracias por tu compañía bombón, no tenía pensado pasar mis vacaciones así…

Los autos de atrás tocan desesperadamente sus cláxones, subo la vista, la luz verde. Doble impulsivamente a la derecha en Tlalpan, ocasionó que algún neurótico conductor citadino me llenara de gritos y adjetivos. Voy dirección al Norte, a ti.








miércoles, 8 de septiembre de 2010

(domingo 8/ madrugada)




Desnudo, tiritaba de frío, a punto de amanecer. Las luces de Reforma entraban por las ventanas y alumbraban nuestros cuerpos. Sonidos ausentes, sólo una respiración en mi espalda. Voltee; tu desnudez llamó mi atención… descansabas tranquilo, tus muslos trataban de ser alcanzados por las sábanas pero quedaron en el camino, casi  en el suelo.

La piel pintada en azul metálico por la luz fría; tu pene quedó enmarcado por la sombras que provocaban la posición de las piernas. Observaba los detalles que parecían haber sido bordados en el tórax, el cuello liso, la nariz recta que sutilmente subía en la punta, los labios frágiles y delgados, los ojos profundos, el cuerpo terso y lampiño.

Besé tu cuello y no me resistí a acariciar la luz cyan del amanecer que te teñía la piel, mis manos rodearon tus piernas y subieron por los glúteos. Despertó.

Tus piernas se enredaron  en mi espalda, te tomé con fuerza por la cintura, subiste en mí. Mi deseo se infiltró entre tu pelvis, marcaste el ritmo. Gemiste, yo sudaba; besaste mi pecho… el sol aguardó 20 minutos antes de sorprendernos.






lunes, 6 de septiembre de 2010

(Sábado 7 /noche)


Y mi corazón menguó, te miraba bailar, girabas y me sonreías…

Terminamos en un antro sobre la calle de Bucareli, después de cenar unos tacos de arrachera frente a la Cibeles. Platicamos de tus planes, de los míos. Disimulábamos la rareza del encuentro,  nuestros cuerpos sentían transcurrir el tiempo, ya no éramos sólo sexo de ocasión, intentábamos explorar más allá.

-Y ahora, ¿qué quieres hacer?- le pregunté.

-Quiero ir de antro, mis amigos me van a matar si no voy al Living. Dijiste.

Traté de disimular, pero el hecho de ir de antro no es algo que me entusiasme. Realmente no me emociona en nada, parece que los días de perdición se quedaron junto con los libros de álgebra de la prepa.

Pero no me afligía el hecho de ir y tener que aparentar pasármela de lo mejor o bostezar cuando estuvieras de espaldas; más bien, lo que me preocupaba era que estaba casi en bancarrota, pues ese fin de semana había gastado una fortuna, comparada con mi escueto sueldo.

Me quedé en silencio, empecé a contar en la mente los billetes de mi cartera. Uno de doscientos y dos de cincuenta o, ¿era de veinte el de doscientos?

-Está bien. respondí.

Jugaba con tus dedos, mientras mirábamos por las ventanillas del taxi. Sobre ellas escurrían gotas y se reflejaban diminutas imágenes de ti. El olor a vainilla, el taxímetro marcando 12.16 y de fondo el príncipe de la canción. Llegamos a Garibaldi.

-¿Seguro que es aquí? -le pregunté al taxista.

-Sí, segurísimo joven. Es aquí donde vienen muchos chavos a pasarla bien, como ustedes.

Nos miramos desconcertados, y buscábamos el lugar entre la media luz de la plaza. No nos animamos a bajar del auto.

-¡Le dije Bucareli, no Garibaldi!

-¡No, cómo cree! Si usté me dijo desde el principio Garibaldi. Exclamó.

-¿Nos puedes llevar a Bucareli?

Me animé a besarte mientras el taxista daba vueltas en las calles del centro, llevaba toda la noche sin hacerlo… te sorprendí varias veces mirando mis labios, no me puedo resistir a eso, nunca he podido desde que recuerdo.

Mi primer beso fue a los 12 años. Vicky (una amiga de la infancia) y yo fumábamos en la azotea de su casa algunas tardes, poníamos diez y diez para una cajetilla de Benson mentolados. Ese sábado ella se acercó mientras hacía un pequeño gesto con su boca y veía mis labios, yo miraba el lunar que tenía en la nariz, nos quedamos quietos. Se acercó y pude oler su aliento a menta; fue un beso largo y extraño, con sabor a Clorets. Después de los eternos segundos, me sentí tan raro que no la pude mirar a los ojos en toda la tarde, ella ruidosa y extrovertida; siempre fue así, dominante, con una risa estruendosa, de minifalda negra con sus piernas largas y morenas, sobre unas plataformas de 10 centímetros. Me abrazaba y siempre decía cosas imprudentes, me divertía. Al volver a mi casa, no dejaba de pensar si ella estaba enterada de que había sido la primera vez, el inicio de un largo camino. ¡Llegamos a Bucareli!

-Son 40 pesos. Dijo el taxista.

Sacaste un billete, pusimos diez y diez.







miércoles, 1 de septiembre de 2010

Instantánea


Silencios  flotan entre pensamientos,
Pensamientos  que no se callan.
Pensar, me acosa por la mañana,
lo dejo para Mañana, me perturba,
el tiempo aparece…
Distancias que se han quedado sin palabras,
palabras que saturan con mensajes el celular,
el celular cae del borde de la mesa 
y se desbarata en el  vacío,
vacío mi corazón para  sentir…

…me detengo, de fondo una pieza de jazz frenético, de esas que no entiendo, pongo el lápiz sobre la mesa, siento las manos frías, acerco el vaso y soplo el té, que quema. La mujer que esta a dos mesas me recuerda a mi, sonriendo tímida, vistiendo melancolía. La sombra del pino que aguarda en la esquina, corta mis piernas. Me quedan 20 minutos antes de volver a la rutina.






domingo, 29 de agosto de 2010

(sábado 7/ madrugada part. 03)

Dimos vuelta a la izquierda.

-Es aquí. Exclamaste.

Enseguida bajamos una rampa y entramos a un estacionamiento. Estábamos en un hotel de paso, uno de esos que intentan argumentar por su apariencia ser costoso, uno de esos lugares donde se debe de dejar  la moral y permitir que el corazón guíe el camino a la habitación más cercana, creo que por eso, a estos hoteles, se les debería clasificar con corazones según la magnitud del encuentro.

Subimos a su habitación. Me encanta la decoración, la pulcritud que simulan, los aromas artificiales, los muebles empotrados a las paredes todos de acrílico, por supuesto, las luces ambientales y las sábanas blancas.

Me explicaste los problemas que tuviste con la reservación, tendrías que quedarte ahí por esta noche, mañana cambiarías locación, te irías a la gran avenida: Paseo de la Reforma.

Me emocionó el hecho de que tal vez mañana conocería otro hotel.  Al mirar la cama enseguida me deje caer sobre ella, tu corriste a levantar la ropa que habías dejado en el suelo antes de salir.

Nos quedamos en penumbra,  saliste del baño y la puerta quedó entreabierta de donde se escapaba una línea de luz que recorría tu cuerpo, estabas parado delante de la cama, justo frente a mí. El camino luminoso subía por tus muslos escalaba por tu abdomen hasta perderse en tu cuello. Estabas casi desnudo, mi pulso empezó  a acelerarse rápidamente.

-¿Te quito la ropa? Me preguntaste.

Asentí con la cabeza y empezaste a desabotonar mi camisa. Te tomé por la cintura y  acerqué tu cuerpo, te recostaste sobre de mí. Tu piel tersa, muy tibia provocaba un contraste agradable con las sabanas frías
¡Adoro dormir entre sábanas frías!

Deslicé mis manos por todo tu cuerpo, examinarlo completaba la experiencia de besarte. Tu cuerpo fuerte y con carácter, tus piernas se acoplaban  a las mías, tus brazos sujetaban los restos de la noche, mis labios pretendían no dejar que el tiempo asfixiara nuestro encuentro. Ya eran las 6 a.m.






sábado, 28 de agosto de 2010

(Domingo 14 / tarde) Una semana después

Tumbado en la cama, inerte. Mis ojos permanecían en pausa, de repente un destello de luz cruza ante mi mirada, se detiene y revolotea sobre mi rostro, no deja de moverse. Descubro a una palomilla, es una de esas que hacen de un abrigo de lana su menú principal, brilla por efecto de la luz, la poca que logra entrar por la ventana, empieza a obscurecer.

No hay ruidos usuales, sólo voces que se pierden entre el aburrimiento de la tarde, cierro los ojos y me dejo guiar por sensaciones estériles, no estoy enojado tampoco triste.
Ya no me escribe, ya no hay más mensajes… La palomilla se pega a mi cuello, la atrapo con mi mano y queda encerrada entre mis dedos.

-Tal vez tenga que dejar que se asfixie…

Cosquillea mi mano, siento como vuela desesperadamente intentando salir.

-No llamaré más, no mandare ya más mensajes.

No quiero pensar en él. No es posible que me haga adicto a alguien como cuando tenía quince.

- Cuestión de tiempo, será…

La noche empieza a cubrirme de incertidumbre, un sonido de nada, una nada ofuscada de aburrimiento. Quiero soñar con el futuro, quiero permanecer dormido. Suena el celular, dejo que suene…

-Que hueva…

Vuelve a sonar, dejo que suene, no para. Corro hacia él y en la pantalla aparece…

DANIEL

Suena 3 veces más. Dudó en contestar, el hecho de dejar que se asfixie, es más seguro que pensar que algo sucederá ¡Odio la incertidumbre!

-¡Verga de Cristo!

Cruza corriendo ante mis ojos la palomilla que aún sigue brillando. Aprieto el botón de contestar.

-¿Bueno?

-… (No responden)

-¿¡Bueno!?

jueves, 26 de agosto de 2010

(Sábado 7 / Madrugada part. 02) Fotografías en Sepia


Me miras desde lejos, entre la oscuridad, susurros que parecían venir de las paredes.
Manos ajenas, que sólo acariciaban, parecían haber sido mutiladas y tener vida propia.
Un velo había cubierto mi ojos, percibía sólo siluetas que danzaban a mi derredor se juntaban y volvían a separarse.

Pero te vi y vi que me veías… me gusto como lo hacías. Con esa seguridad que aparenta alguien que tiene un cuerpo como el tuyo, desconfianza y miedo, matizado con acentos de galanura.

Me llamaste con esa mirada coqueta, te seguí con una curiosidad casi ingenua, con lo último de inocencia que he guardado celosamente para mí.

En el umbral, acercaste tu mano para tocar la mía, la tomaste y me besaste…
Te besé como suelo hacerlo, delicadamente, tú devorabas mis labios, con temor de que fueran arrancados.

Los míos pintaban formas en tu cuello, para mantener tu boca en calma.
Decidí inspeccionar tu cuerpo, conocer el horizonte entre tu ropa y tu piel… tersa, ternísima, no parecía pertenecer a quien había visto en la penumbra.

Sonó el celular 3 veces, dejé que sonara…

-Me tengo que ir… te susurré.
-Me llamo Daniel. Dijiste.
-Es mi amigo que me busca. Respondí.

Quedamos en silencio y volví hacia tus labios, esta vez dejaste que yo te llevara, un beso largo, exquisito, reposado, como las olas que mojan los tobillos.

-Me estoy quedando en un hotel. Dijiste.

Te apreté hacia mí, para sentir tu respiración, volví a tus labios y empecé a desnudarte.

-¿Me estas invitando?






(Sábado 7 / Madrugada part. 01) Fotografías en Sepia



-¿Me muestra una identificación joven? Me dijo el vigilante.


Tengo que aceptar, aunque su petición contrarresta el hecho de que tengo algunas canas y el preludio de una frente de amplio criterio, que impedirá, en su momento, que mis ideas se pudran entre un fleco abundante.


Ya eran más de las cuatro, habíamos enfiestado toda la noche. Mi amigo “Adán” (de quien no revelaré su identidad por razones de seguridad personal, ya que siempre ha sido mi cómplice y compañero de estas aventuras) y yo, entramos a este lugar cutre, por pura curiosidad, sintiéndonos como dos púberos que hojean por primera vez una revista porno.


En la recepción anotamos nuestros nombres en una libreta, Adán los escribe: Bobby Larios y El Chicharito Hernández.


Mi vista viajaba por el techo, se detuvo sobre el barman que no pierde detalle de la cerveza que sirve en un vaso desechable; sigue su recorrido, y se topa con una mirada inquieta que me observa, mientras espera a que terminen de servir su cerveza.


Entramos impacientes al lugar, lo recorremos divertidos, pues parece un laberinto, es una casa de antigua de la Roma, con habitaciones que se conectan unas con otras, en penumbra o completamente oscuras.


La casa huele a libido y sudor, en una mezcla de humores clandestinos que perturban, disimulados con limpiador olor a pino. Estoy medio borracho, soñoliento, decido acostarme sobre uno de esas colchonetas estilo gimnasio del IMSS, que sirven de sofá cama. Adán se interna en los laberintos claroscuros; mientras me recuesto, observo a una jotita que me mira, no le tomo interés y cierro los ojos…


Siento, entresueños, que alguien me toca, intento despertar ¡Es la jotita que quiere quitarme los pantalones!


-Levántate, quiero coger. Dice.
-…
-Anda ven, ven, párate. Insiste.


Yo no tengo fuerzas, ni ganas, la ignoro y quito sus manos de mi cremallera.
-¡Ven cógeme, cógeme! Dice, y pone mis manos sobre su trasero. La vuelvo a ignorar y quito mis manos de su pequeño trasero.


Insiste unos minutos más, se da por vencido y se sienta a esperar sobre la colchoneta, junto a mis pies.


Después de un rato me levanto y salgo de la habitación a buscar a mi compañero. En el pasillo veo que una silueta me observa, paso indiferente y subo al otro piso de la casa.











Fotografías en sepia (Lunes 9 / 2:00 am.)



No hacia tanto frío, sólo se sentía una brisa que sutilmente envolvía mi nuca en sepia, madrugada con humores de asfalto mojado, se alcanzaba a escuchar algún auto pasar a lo lejos.



Apresuro el paso hacia mi auto, lo enciendo y me preparo para recorrer por enésima vez Reforma; pasé lentamente frente al Hotel Fotan, miré hacia el tercer piso, hacia la única habitación que tenía luz -esperaba sorprenderte en la ventana aguardando a que me fuera-; miré por última vez y di una vuelta prohibida, con dirección a mi casa, al sur.


Dejé que la melancolía me inundara, conteniendo el llanto, luchando por que mis ojos no cedieran al sueño, recordando los lugares que re significaste para mí. Sólo habían sido un par de días, pero hacía mucho tiempo que ya no sufría las despedidas. Aprendí que no deben prolongarse. La luz roja de un semáforo me detiene, veo fijamente al frente…

…tu brazo que rodea mi cintura, nuestras piernas trenzadas delicadamente, tu boca roza mi cuello, tu nariz parece haberse acostumbrado al olor de mi cabello, duermes profundamente. Desperté y no dejo de pensar en la despedida, en el momento en que me forcé a irme, para dejar tan confortable y calurosa madriguera…

…Parpadeo varias veces, el semáforo cambió a verde, suelto el freno y acelero.

-¡Por fin, llegué a casa!, estaba sola con mi gato que reprochaba mi ausencia, mirándome de esa manera tan irresistible que no tuve mas remedio que mimarlo por un rato, ya era tarde y tenía que levantarme a las 4.30 de la mañana.


- ¡Verga! ¡Otra vez ya no pude dormir más de 4 horas!


El sueño me venció y la melancolía se diluyó en el té de hierbabuena insípido, que se enfrió rápidamente. Recordar tus besos me hizo dormir con una sonrisa, una sonrisa muy sutil.