martes, 28 de septiembre de 2010

Víctor; por última vez (sábado/mañana)



Bruscamente la luz golpeó mis pupilas, mis ojos inquietos buscaban objetos conocidos, desperté. Todo era extraño, era un país lejano en donde estaba internado. Sentí su brazo, que me rodeaba, su cuerpo robaba mi calor y trataba de derribar mis fronteras. Eras desconocido, no me reconocí.
Me levanté abruptamente, esa mañana fría, el cielo pintado de gris aguantando el llanto. Volteé y te vi, desnudo. Se termino la ficción, pensé.

-¿Te vas? Preguntaste.

-Sí, es tarde.

Para  mí era tarde, para él sólo eran las 7 de la mañana. No encontraba mis calzones por ninguna parte, me miraba desconcertado. Sin ropa que me escondiera, tenía miedo de mí mismo, huía de su mirada. Escarbaba entre las sábanas. Insistió en que aguardara al desayuno.

-Tengo que irme, es tarde.

Se levantó con dificultad, caminó hacia mí tambaleando, trastornado por sus adicciones chocaba con los muros púrpuras. Me pareció monstruosa esa imagen, pero yo era el monstruo por abandonarle así. Era la imagen que proyectaba mis temores.

-¿Me llamas más tarde?, preguntaste.

-Sí

Quería salir de ahí. Anudé las agujetas, abotoné la camisa mientras caminaba a la puerta. Me tomó por un brazo y me abrazó, sus labios acechaban los míos, llevó mi mano hasta su pene, que también despertaba. Sus manos se escurrieron dentro de mi pantalón y palpaban mis glúteos. Estéril a sus insinuaciones me quede inmóvil.

-No quiero. Dije

-Quédate

-No, es tarde.

-¿Tarde?, ¿para qué?

-…

-Te acompaño

-No, estás desnudo.

-Tengo que abrirte, no sabes como…

Diste vuelta a los 3 cerrojos, zafaste la cadena y abriste.

-Adiós. Dije

Corrí por las escaleras que descendían en zig zag, no miré atrás. En el descanso de cada piso, sólo se ahogaba el eco de mis pasos con el vacío. Tenía prisa, era tarde ya para arrepentirme, pero eso era lo único que sentía. Remordimiento.

-Ya no quiero, ya no quiero. Susurraba mientras bajaba.

Por fin, mi auto. La tristeza me quemaba el pecho, como hielo seco. Puse en marcha el motor. Esta vez, no miré por ultima vez y tampoco volví.







viernes, 24 de septiembre de 2010

Víctor (el mismo sábado/ 4:12 am)

Volví, todo estaba como lo dejamos.
Dos vasos de ron sobre el buró,
los muros púrpuras, las luces desteñidas.
No he podido mirarte, cerré los ojos
Salpicó la luna mi rostro de luz

El semen quedó flotando
en los vellos de tu abdomen.
El resorte de mi ropa interior
acentuaba la fugacidad de nosotros.
La noche quedó oscilando en mi tobillo.

Todo era frágil, era obsceno.
Te levantaste a buscar un condón,
hurgaste en tus cajones, en ti.
Desnudo, no me atreví a mirarte,
temía encontrarme contigo.

Preferí continuar con los ojos cerrados
Volviste a la cama.
Besaste mi cuello, no quería continuar.
No lograste llevarme, me tocabas inseguro

Cedí al sueño,
tu noche se deslizaba por las costuras,
de las sábanas de mi amanecer.
Mis glúteos quedaron frente a tu pelvis.

No quise continuar, me abrazaste.
Dormimos.



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Víctor (sábado / 4 am)



-Hola, habla Iker.

-Hola, ¿dónde estás?

-Ya estoy acá abajo

-¿Qué auto traes?

-Uno color gris

-OK, espérame ya voy bajando

-Ok.

Quedamos en vernos en media hora. Para ese momento ya eran las 4 a.m. Regresé, aun cuando sentía que no debía.

-Pensé que ya no ibas a regresar. Dijo

Asentí con los hombros, y le mire, me percate que ya no estaba vestido como lo deje, con ese look sexy de negro y chamarra de piel. Ahora traía crocks y unos pants azules. Que atroz.

-Pues ya ves que no, volví. Respondí

Entramos al estacionamiento del edificio donde vive.

-Hay un vecino borracho, no lo mires… Creo que término con su vieja.

-Vale

Subimos las escaleras y nos topamos con un hombre gordo como de 35 años, en pijama sentado en las escaleras, los ojos hinchados por tanto llorar, nos observó mientras lo esquivábamos para poder subir; olía a sudor y a alcohol, estaba descalzo. Una imagen tan patética. Me inundó  una sensación extraña, era como un mal augurio. Aún así caminé detrás de Víctor, el chico que había conocido esa noche en un bar.






domingo, 19 de septiembre de 2010

(Lunes 9 / 6:00 am) El último día part. 1



Faltaban 20 minutos antes de que se hiciera tarde, me puse unos jeans y una playera rosa. Un plato de avena instantánea, claro, a la altura de mis exigencias.

Mi gato, maullaba exigía atención y el desayuno. Todo se me venia a la mente, mi computadora, el celular sin batería, cepillarme los dientes, tenia que cambiarme los calcetines ¡Me caga cambiarme calcetines! Es tan aburrido, una perdida de tiempo.

Terminé. Lo hice todo en menos de 5 minutos. Salí huyendo, a toda prisa maneje hacia la rutina. De repente todos los semáforos en rojo, como si tratasen de detenerme y pensar, pero no era tiempo de divagar corría porque la mañana no me atrapara en el camino e hiciera evidente mi retraso.

-¡Mierda! No le deje comida a mi gato.

Tal vez pueda alimentarse de alguna coconita o una araña. Pensé.
Llegué en punto. A las 7. El día tomó su cadencia habitual, las mismas voces, el sueño que se oculta entre el café de 12 pesos del 7 Eleven, a las 9 comemos fruta; a las 10, tiempo muerto; a medio día me avisan que tenía la tarde libre: ¡A huevo!

Lo primero que se me vino a la mente fue llamarte y alcanzarte donde estuvieras, sabia que hoy era tu último día en la ciudad. Quería verte, pero mi mente se inclinaba por la comodidad, no llamarte y quedarme con la despedida de la madrugada, pero mis sentimientos son aventureros. Tome rumbo a mi casa. Marqué 55…

-Bueno…
-¿Estas ocupado? Pregunté.
-Un poco, ¿qué pasa amigo?
-¿Qué hago? ¿Voy o no voy?
-¿Qué?
-¡Si! ¿Voy o no voy? ¡Responde!
-… (Risas)
-¿Te conté del güey que conocí este fin de semana?
-Sí
-Pues hoy se va, ayer me despedí y hoy dieron la tarde libre.
-…
-¿Qué hago?
-Ve… ya tendrás mucho tiempo para llorar.
-Ok. Pero ¿no me veré muy rogón?
-¡Hay como si no estuvieras acostumbrado! (risas)
-...(risas) Estúpido...
-Llámale…
-¡Ash! Ok
-Adiós
-Ciao

Semáforo en rojo de nuevo. Pienso en la llamada, ¿ir o no ir?
Vibra mi celular, un mensaje ¡es él! lo leo…

Gracias por tu compañía bombón, no tenía pensado pasar mis vacaciones así…

Los autos de atrás tocan desesperadamente sus cláxones, subo la vista, la luz verde. Doble impulsivamente a la derecha en Tlalpan, ocasionó que algún neurótico conductor citadino me llenara de gritos y adjetivos. Voy dirección al Norte, a ti.








miércoles, 8 de septiembre de 2010

(domingo 8/ madrugada)




Desnudo, tiritaba de frío, a punto de amanecer. Las luces de Reforma entraban por las ventanas y alumbraban nuestros cuerpos. Sonidos ausentes, sólo una respiración en mi espalda. Voltee; tu desnudez llamó mi atención… descansabas tranquilo, tus muslos trataban de ser alcanzados por las sábanas pero quedaron en el camino, casi  en el suelo.

La piel pintada en azul metálico por la luz fría; tu pene quedó enmarcado por la sombras que provocaban la posición de las piernas. Observaba los detalles que parecían haber sido bordados en el tórax, el cuello liso, la nariz recta que sutilmente subía en la punta, los labios frágiles y delgados, los ojos profundos, el cuerpo terso y lampiño.

Besé tu cuello y no me resistí a acariciar la luz cyan del amanecer que te teñía la piel, mis manos rodearon tus piernas y subieron por los glúteos. Despertó.

Tus piernas se enredaron  en mi espalda, te tomé con fuerza por la cintura, subiste en mí. Mi deseo se infiltró entre tu pelvis, marcaste el ritmo. Gemiste, yo sudaba; besaste mi pecho… el sol aguardó 20 minutos antes de sorprendernos.






lunes, 6 de septiembre de 2010

(Sábado 7 /noche)


Y mi corazón menguó, te miraba bailar, girabas y me sonreías…

Terminamos en un antro sobre la calle de Bucareli, después de cenar unos tacos de arrachera frente a la Cibeles. Platicamos de tus planes, de los míos. Disimulábamos la rareza del encuentro,  nuestros cuerpos sentían transcurrir el tiempo, ya no éramos sólo sexo de ocasión, intentábamos explorar más allá.

-Y ahora, ¿qué quieres hacer?- le pregunté.

-Quiero ir de antro, mis amigos me van a matar si no voy al Living. Dijiste.

Traté de disimular, pero el hecho de ir de antro no es algo que me entusiasme. Realmente no me emociona en nada, parece que los días de perdición se quedaron junto con los libros de álgebra de la prepa.

Pero no me afligía el hecho de ir y tener que aparentar pasármela de lo mejor o bostezar cuando estuvieras de espaldas; más bien, lo que me preocupaba era que estaba casi en bancarrota, pues ese fin de semana había gastado una fortuna, comparada con mi escueto sueldo.

Me quedé en silencio, empecé a contar en la mente los billetes de mi cartera. Uno de doscientos y dos de cincuenta o, ¿era de veinte el de doscientos?

-Está bien. respondí.

Jugaba con tus dedos, mientras mirábamos por las ventanillas del taxi. Sobre ellas escurrían gotas y se reflejaban diminutas imágenes de ti. El olor a vainilla, el taxímetro marcando 12.16 y de fondo el príncipe de la canción. Llegamos a Garibaldi.

-¿Seguro que es aquí? -le pregunté al taxista.

-Sí, segurísimo joven. Es aquí donde vienen muchos chavos a pasarla bien, como ustedes.

Nos miramos desconcertados, y buscábamos el lugar entre la media luz de la plaza. No nos animamos a bajar del auto.

-¡Le dije Bucareli, no Garibaldi!

-¡No, cómo cree! Si usté me dijo desde el principio Garibaldi. Exclamó.

-¿Nos puedes llevar a Bucareli?

Me animé a besarte mientras el taxista daba vueltas en las calles del centro, llevaba toda la noche sin hacerlo… te sorprendí varias veces mirando mis labios, no me puedo resistir a eso, nunca he podido desde que recuerdo.

Mi primer beso fue a los 12 años. Vicky (una amiga de la infancia) y yo fumábamos en la azotea de su casa algunas tardes, poníamos diez y diez para una cajetilla de Benson mentolados. Ese sábado ella se acercó mientras hacía un pequeño gesto con su boca y veía mis labios, yo miraba el lunar que tenía en la nariz, nos quedamos quietos. Se acercó y pude oler su aliento a menta; fue un beso largo y extraño, con sabor a Clorets. Después de los eternos segundos, me sentí tan raro que no la pude mirar a los ojos en toda la tarde, ella ruidosa y extrovertida; siempre fue así, dominante, con una risa estruendosa, de minifalda negra con sus piernas largas y morenas, sobre unas plataformas de 10 centímetros. Me abrazaba y siempre decía cosas imprudentes, me divertía. Al volver a mi casa, no dejaba de pensar si ella estaba enterada de que había sido la primera vez, el inicio de un largo camino. ¡Llegamos a Bucareli!

-Son 40 pesos. Dijo el taxista.

Sacaste un billete, pusimos diez y diez.







miércoles, 1 de septiembre de 2010

Instantánea


Silencios  flotan entre pensamientos,
Pensamientos  que no se callan.
Pensar, me acosa por la mañana,
lo dejo para Mañana, me perturba,
el tiempo aparece…
Distancias que se han quedado sin palabras,
palabras que saturan con mensajes el celular,
el celular cae del borde de la mesa 
y se desbarata en el  vacío,
vacío mi corazón para  sentir…

…me detengo, de fondo una pieza de jazz frenético, de esas que no entiendo, pongo el lápiz sobre la mesa, siento las manos frías, acerco el vaso y soplo el té, que quema. La mujer que esta a dos mesas me recuerda a mi, sonriendo tímida, vistiendo melancolía. La sombra del pino que aguarda en la esquina, corta mis piernas. Me quedan 20 minutos antes de volver a la rutina.