No recuerdo su nombre, ni si quiera tengo la certeza de haber preguntado. Recuerdo que era mayor que yo, como de unos 35 años, con pinta de contador o abogado que había salido de un gimnasio después de su jornada laboral. Con una sudadera gris, unos pans azules y una gorra hacia atrás.
Su auto ya había dado 2 vueltas, me acechaba. Esa noche después de 25 minutos de caminar por esas calles, yo ya estaba casi harto. Esperé a que el semáforo se tornara a rojo para cruzar la calle un auto se detuvo delante de mí.
-Hola ¿quieres venir? Antes de que el vidrio bajara por completo.
Asentí con la cabeza y subí al auto. Unas calles después detuvo el auto en una esquina, la luz de la calle parpadeaba, luchando por no apagarse. Me sonrío mientras tomó mi mano llevándola a su entre pierna. Enseguida desanudó el hilo del pans y los bajó. Estaba muy excitado y no traía calzones.
-¿Te gusta?
No, respondí, lleve mi mano a su pene erecto. Recuerdo que no era muy grande, de hecho ha sido el más pequeño que he tocado. Tomó de nuevo el volante y aceleró. me incline y recosté mi cabeza sobre sus piernas mire sus pies que estaban sobre los pedales del auto. Pisaba con las puntas uno tras otro.
***
No recuerdo el año, pero hacia mucho calor e iba aún a la primaria. Después de esperar los 25 minutos que tardaban siempre, estaba fastidiado y ansioso.
Dos veces sonó el claxon y corrí al auto rojo. Enseguida subí, la mochila la aventé a la parte de atrás y baje el vidrio. Sonaba la estación de radio donde pasan una hora completa de los Beatles. El tráfico a esa hora era insufrible, no avanzábamos mucho, siempre tardábamos como 15 minutos antes de salir a Insurgentes.
-¿Cómo te fue? Pregunto mamá.
-Bien. Respondí en voz baja.
Me harté de mirar como los peatones nos rebasaban. Me dejé caer sobre las piernas de mi madre. Antes de abrir siempre los ojos y mirar sus pies trataba de adivinar que zapatos traería. Esa vez eran rosas de tacón alto, apoyaba las puntas, una en el freno y la otra en el acelerador alternaba lentamente.
Su mano tocó mi cabeza, usando sus dedos para peinar mi copete, mientras cantaba Mr. Robinson.
-¿Cuántos niños te felicitaron hoy en tu cumple? Preguntó.
-Ninguno. Apenado respondí.
-No te preocupes, del mío tampoco nadie se acuerda. Respondió con un suspiro.
Terminó la canción y no pude contener el llanto, en silencio sollozaba no quería que lo notara.
***
No recuerdo si fueron 10 ó 15 minutos los que estuve en su auto, termino rápido. Bajé del auto en el mismo sitio donde todo empezó.
-Gracias, dijo. Lo miré y antes de que pidiera mi teléfono, cerré la puerta y me fui.