jueves, 26 de agosto de 2010

(Sábado 7 / Madrugada part. 01) Fotografías en Sepia



-¿Me muestra una identificación joven? Me dijo el vigilante.


Tengo que aceptar, aunque su petición contrarresta el hecho de que tengo algunas canas y el preludio de una frente de amplio criterio, que impedirá, en su momento, que mis ideas se pudran entre un fleco abundante.


Ya eran más de las cuatro, habíamos enfiestado toda la noche. Mi amigo “Adán” (de quien no revelaré su identidad por razones de seguridad personal, ya que siempre ha sido mi cómplice y compañero de estas aventuras) y yo, entramos a este lugar cutre, por pura curiosidad, sintiéndonos como dos púberos que hojean por primera vez una revista porno.


En la recepción anotamos nuestros nombres en una libreta, Adán los escribe: Bobby Larios y El Chicharito Hernández.


Mi vista viajaba por el techo, se detuvo sobre el barman que no pierde detalle de la cerveza que sirve en un vaso desechable; sigue su recorrido, y se topa con una mirada inquieta que me observa, mientras espera a que terminen de servir su cerveza.


Entramos impacientes al lugar, lo recorremos divertidos, pues parece un laberinto, es una casa de antigua de la Roma, con habitaciones que se conectan unas con otras, en penumbra o completamente oscuras.


La casa huele a libido y sudor, en una mezcla de humores clandestinos que perturban, disimulados con limpiador olor a pino. Estoy medio borracho, soñoliento, decido acostarme sobre uno de esas colchonetas estilo gimnasio del IMSS, que sirven de sofá cama. Adán se interna en los laberintos claroscuros; mientras me recuesto, observo a una jotita que me mira, no le tomo interés y cierro los ojos…


Siento, entresueños, que alguien me toca, intento despertar ¡Es la jotita que quiere quitarme los pantalones!


-Levántate, quiero coger. Dice.
-…
-Anda ven, ven, párate. Insiste.


Yo no tengo fuerzas, ni ganas, la ignoro y quito sus manos de mi cremallera.
-¡Ven cógeme, cógeme! Dice, y pone mis manos sobre su trasero. La vuelvo a ignorar y quito mis manos de su pequeño trasero.


Insiste unos minutos más, se da por vencido y se sienta a esperar sobre la colchoneta, junto a mis pies.


Después de un rato me levanto y salgo de la habitación a buscar a mi compañero. En el pasillo veo que una silueta me observa, paso indiferente y subo al otro piso de la casa.











1 comentario:

  1. que buenas aventuras, chaval!!!... tu y tu amigo deben ser muy apuestos...

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